domingo, 28 de diciembre de 2014

El Discurso del Rey

A continuación, reproduciré el fragmento inicial del mensaje de Nochebuena de Felipe VI.
“Buenas noches.
Quiero, en primero lugar, daros las gracias por abrirme vuestras casas en esta Nochebuena. Un momento que es, sobre todo, de cercanía y reencuentro, un momento para aproximarnos, para mirarnos con la voluntad y el deseo de entendernos, para transmitir a las personas que nos rodean nuestros mejores sentimientos de afecto, de paz y de alegría.”
¿En qué momento habéis dejado de leer? No, en serio, ¿En qué palabra exactamente habéis dejado de ver palabras y habéis sustituido todo por un simple bla, bla, bla?

domingo, 21 de diciembre de 2014

Pompeya

Cuando el Vesubio entró en erupción, era de noche en la ciudad de Pompeya.
Sin que nadie se percatase, y mientras todos seguían con sus vidas, una nube de ceniza se extendía por el cielo mucho más velozmente que la masa de lava fundida que se derramaba por la ladera del volcán.
En cuestión de minutos, los habitantes de toda una ciudad murieron sepultados y petrificados por los efectos devastadores de la erupción.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Aomr

Hace una semana os prometí una reflexión sobre el amor y aquí está. No os asustéis, las “faltas de ortografía” están hechas adrede. Cuando empecéis a leer lo entenderéis.
Espero que comprendáis el trabajo que lleva detrás este texto, el cual no sólo hay que pensarlo y escribirlo, sino redactarlo tal y como está redactado. Sino, intentad hacerlo vosotros y comprobaréis que aunque parece sencillo es muy trabajoso.
Un abrazo a todos.

Aomr
Sgúen un etsuido, si una plalbara teine las msiams lteras, meitnars epmeice y acbae con la ltera crorceta, anuunqe etésn dreosrdnaes, nsetruo crreebo es cpaaz de osrdnaleas icnosicnetnmeete e itnepretrear su mnaejse.
Yo no sé si esto es ceitro o no, preo cero que pdroímoas dceir lo mmiso del aomr.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Juguete Roto

 Lo siento mucho, pero me ha sido imposible tener terminada la reflexión sobre el amor que prometí para hoy por culpa de los exámenes. En su lugar os dejo este texto que tiene casi un año y que nunca había salido a la luz. No es gran cosa, pero al menos rellena el vacío de este Lunes con complejo de Domingo.
Un abrazo 

Juguete Roto
Por Alejandro Berraquero

domingo, 30 de noviembre de 2014

Vidas Cruzadas

Sólo pensó en correr.
Cuando una persona corre, puede ser por dos motivos: O persigue algo o huye. Puede que vaya detrás de una chica guapa, de un billete que ha visto en el suelo sin dueño o de un ladrón; pero también puede ser que escape de una chica fea, de una deuda o de un policía.
En este caso, el pequeño Álvaro, de apenas ocho años, se fugaba lo más rápido que podía del orfanato, persiguiendo la libertad.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Luces Rojas (Trilogía del Psicópata 3)

Esta es la tercera parte de la trilogía del psicópata, en la que ya se pone punto y final a la historia de ese misterioso asesino, "Juez" y sus curiosas víctimas. Cada relato de la trilogía está escrito para que tenga sentido por sí solo, pero te recomiendo que si aún no has leído Ruleta Rusa ni Café, te pases por ellos antes de leer esta entrada.
Las dos primeras partes consistían más en los asesinatos y la curiosa forma que tenía el asesino de cometerlos. Esta parte, sin embargo, es la que le da a todas las historias una base y las hila entre sí, trayendo la explicación que mucho me habíais pedido tanto.
Bueno, sin más dilación os dejo con el Luces Rojas. Espero que os guste, un abrazo.

Luces Rojas
Todos sabemos cómo es un semáforo, ese tronco metálico que parece haber brotado de la tierra como si de un árbol se tratase junto a los pasos de cebra. En su extremo superior, en lugar de hojas o flores, tiene tres círculos. El inferior es verde, y se ilumina cuando los vehículos que circulan por el asfalto en ese sentido pueden pasar por el paso de cebra sin peligro. El que está en medio es amarillo cuando se enciende, e indica que se puede circular, sí, pero con precaución. Sin embargo, el que está arriba es rojo, y simboliza, como todos sabemos desde que tenemos uso de razón, que el vehículo debe detenerse.
Pero ese día, el conductor no pisó el freno y su coche no paró.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Bolsas de Basura

Ya no estás aquí, y eso duele. No porque Jaime y yo te echemos de menos, que también, sino porque sé que tu ausencia es culpa mía.
Casi puedo imaginarte leyendo esto, estés donde estés, aunque sé que en realidad nunca lo leerás. Mi mente podría recrear mil escenarios distintos, todos igualmente posibles, pero sin embargo he optado por ver tu rostro entre esta carta y un fondo blanco, como si en el mundo sólo estuvieseis tú y este papel.

martes, 11 de noviembre de 2014

Artículos de Opinión

Con un par



Observa detenidamente la imagen. A simple vista puede parecer que solo es un hombre hablándole a una multitud. Algo de lo más normal si obviamos las cámaras de los periodistas que apuntan hacia él haciendo sonar el percutor. Pero, ¿Qué ocurre en realidad?

domingo, 2 de noviembre de 2014

Café (Trilogía del Psicópata 2)

Esta es la segunda parte de la trilogía que estoy escribiendo sobre el psicópata que protagonizó el relato "Ruleta Rusa". Si no os lo habéis leído, os recomiendo que lo hagáis antes de leeros este. Si encontráis cosas a la que no le véis sentido, no os preocupéis, en la tercera parte todo encaja. Espero que guste tanto como la primera parte, un abrazo.

Café



-Perdone, ¿Este sitio está ocupado?
Emilio no levantó la vista del periódico.
-No, no.
Entonces el desconocido, en lugar de coger la silla y llevársela a otra mesa, se sentó frente a Emilio como si nada.

domingo, 19 de octubre de 2014

Ruleta Rusa (Trilogía del Psicópata 1)



-Amanda, tienes que venir enseguida. Calle Juan de Torres, date prisa.
Y colgó. Alcé la mirada y al otro lado de la mesa seguía Eduardo, hablando con el camarero para pedir la carta. Hoy era nuestra reconciliación, nuestra primera cita romántica en semanas... y otra vez el trabajo me impedía disfrutar de la noche.
-Eduardo, yo...
Y él adivinó por mi mirada que tenía que irme. Otra vez. Y yo vi en la suya que le había decepcionado. Otra vez.
No se ofreció a llevarme ni yo esperé que lo hiciera. Cogí mi bolso y mi abrigo y, ya en la calle, alcé la mano para parar un taxi. Y pensé, ¿Por qué la gente decide suicidarse siempre cuando yo intento tener una vida?

lunes, 13 de octubre de 2014

Capítulo 1: Quién, por qué, cómo, cuándo y dónde


Este es el primer capítulo del segundo libro que estoy escribiendo. En él, se presenta a los cinco personajes principales de la novela: Pablo, Alicia, Isabel, Adolfo y Antonio, de 23, 16, 41, 30 y 55 años respectivamente. Aunque parezca que las pequeñas historias que se van sucediendo en este primer capítulo no tienen relación entre sí, en la que le pone punto y final a este conjunto de párrafos todas acaban teniendo una conexión entre ellas.
Aún no sé si seguiré subiendo los próximos capítulos al Blog o seguiré con los relatos, reservando esta historia para publicarla cuando esté acabada.
Bueno, sin más preámbulos, aquí os dejo lo prometido.
Un abrazo.
Capítulo 1: Quién, por qué, cómo, cuándo y dónde
-Te quiero.
Hay quien dice que no nos damos cuenta de lo absurdos que suenan algunos sentimientos hasta que los decimos en voz alta. Pablo, que había oído algo parecido mucho tiempo atrás, le dio la razón mentalmente a quien fuese que dijo eso mientras miraba fijamente a su novia.
-María, ¿Quieres casarte conmigo?


sábado, 4 de octubre de 2014

Dependencia



Hoy voy a criticar, pero no a la sociedad. No voy a quejarme de Gran Hermano, ni de Mujeres y Hombres y Viceversa, ni de Sálvame, ni de las chicas obsesionadas con ciertos grupos de música, ni de que hoy en día se confunda la educación con la hipocresía, ni de ninguna de tantas cosas de las que tenía pensado hablar. En lugar de eso, hoy voy a quejarme y argumentando como nunca he argumentado, sobre cierta medida que ha tomado el gobierno que nosotros “elegimos” para que salgamos lo “antes posible” de la crisis económica en la que nos encontramos. Hoy voy a hablar sobre los recortes de la Ley de Dependencia.
Dejadme que os explique por qué.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Presuntamente Inocente

Twitteadme diciéndome de qué os gustaría que fuese el próximo relato del Domingo que viene. Un abrazo.

Presuntamente Inocente.

De madrugada, cuando el policía le expuso el caso al detective Andrés Ruiz, parecía contarlo convencido de que ya estaba resuelto.
Habían pasado horas desde que el primer agente llegase a la casa en la que una mujer y un hombre habían aparecido muertos. Cuando a Andrés le avisaron, se hallaba en el otro extremo de la ciudad, a las afueras. En cuanto recibió el aviso se montó en su coche y partió hacia la dirección, pero a mitad de camino se le pinchó la rueda del vehículo. Aun así, no habría llegado tan tarde si no hubiese sido porque el seguro de asistencia en carretera no era tan rápido ni tan eficaz como anunciaban. Cuando consiguió aparcar frente al domicilio, los agentes ya habían llevado a cabo los interrogatorios y se habían retirado los cuerpos.

domingo, 21 de septiembre de 2014

No Me Gusta



Hoy voy a criticarnos a todos, a mí incluido. ¿Qué por qué? Porque lo que veo no me gusta.
El otro día, mientras buceaba en una red social encontré una foto muy sugerente. En la parte superior de la misma aparecía el dibujo de un perro atado a una farola, y en la inferior, invitando a la comparación, la imagen de un hombre sentado en una silla con un móvil entre las manos, unido a la pared por un cargador. Entre ambas sólo encontré una diferencia, y es que el perro está junto a la farola obligado, mientras que el hombre está sentado, atado a la pared, por voluntad propia.

domingo, 31 de agosto de 2014

A Cinco Centímetros del Corazón

Podría empezar esta historia de muchas formas.
Una opción sería comenzarla ahora que estoy sentado en una cama de hospital. Yo por mí me levantaría y me iría a casa, pero el doctor cree que tras una operación como a la que me he tenido que someter, me conviene guardar reposo unos días. Y es que, aunque suene a película, me acaban de extraer una bala del pecho que impactó a cinco centímetros del corazón.

domingo, 24 de agosto de 2014

Hamor

Aquí os regalo mis pensamientos y mis sentimientos. Si alguien está locamente enamorado de su novia y se siente ofendido, enhorabuena. Yo que él me sentiría afortunado. Muy afortunado.
Hamor
Hoy voy a hablaros del amor, pero no de la forma en la que os esperáis que lo haga.

domingo, 17 de agosto de 2014

Mensaje en una Botella

Ha habido un conjunto de relatos que pensaba incluir en el libro, pero que al final se han quedado fuera, bien porque no me convencían de ser lo suficientemente buenos o porque no sabía dónde encajarlos. Este es uno de los que pertenece al segundo grupo. Es, como ya veréis, la cruz de un bloque que pensaba llamarse Magia y que iba a ir sobre el optimismo, pero la Cara me salía muy superficial y simple, así que los he descartado.
El libro, como muchos sabéis, avanza bien. Está casi acabado, me quedan por concretar dos relatos para tener los 32 que formarán el libro. Lo presentaré a un concurso, como ya he explicado en varias ocasiones. Seguramente, no ganaré porque se presentan muchos trabajos y de mucha calidad. En ese caso, lo publicaré por mi cuenta.
Un abrazo a todos, espero que disfrutéis con esto tanto como yo al escribirlo, y gracias por seguir leyéndome y por darle a este Blog las más de 61.500 visitas que tiene (400 en el último mes) a pesar de que llevo meses sin tener la constancia que tenía antes subiendo.
Aquí os dejo este relato, el número 53 del Blog.

martes, 6 de mayo de 2014

La Jefa

Por Alejandro Berraquero
6 de mayo de 2014

Mi primera palabra podría haber sido suelo, ropa o cuna, pero fue mamá. No sé si lo fue por moda -dado que todos los bebés hacían lo mismo- o por el simple hecho de que la que me levantaba del suelo cuando me caía dando mis primeros pasos, la que me quitaba y ponía la ropa cada día y la que me elevaba de la cuna por las mañanas era mi madre. El caso es que esas fueron las primeras letras que logré ordenar con algo de sentido.

domingo, 4 de mayo de 2014

Cómo lo llaman



Cómo lo llaman
En un andén de una estación como otra cualquiera, un hombre espera su turno para subir al tren.
No llueve, pero las nubes amenazan con volver a salpicar el suelo. Nuestro hombre, paraguas en mano, espera pacientemente su turno para subir al tercer vagón. Viste una gabardina muy común para la estación del año en la que se encuentra. Sin ir más lejos, en la misma cola en la que él está hay otro individuo que la viste del mismo color castaño.

domingo, 6 de abril de 2014

Aria



 Por Alejandro Berraquero
Su único delito fue creerse lo que le dijeron sus progenitores, lo que cualquier persona le diría a su hija en una situación así.
Pero remontémonos al principio. En una habitación de hospital, una familia rebosa felicidad junto a la hija, la sobrina, la hermana, la nuera, la cuñada -distintos conceptos que definen a una misma persona- y su marido, que acaban de ser padres. Pero ellos no son el centro de atención, sino una pequeña cuna situada a la derecha de la cama de la madre junto a la que se agolpan familiares y amigos para ver a la retoño.

sábado, 8 de marzo de 2014

¿No te acuerdas?




Cada vez que te veo con la mirada perdida recuerdo todo lo que hemos pasado juntos. Todos los consejos que me has dado para ser mejor persona. Tantas y tantas horas que ha ido matando el tiempo.
Desde que me tuviste por primera vez en tus brazos hasta que tuviste consciencia de que era tu hijo estuviste a mi lado. Aunque nunca te haya dado motivos para que estuvieses orgulloso de mí, aunque en más de una ocasión he fracasado, tú has estado ahí apoyándome. Creyendo en mí.
¿No te acuerdas, papá?
Yo recuerdo con nitidez una vez en concreto en la que me demostraste que aunque el mundo me diese la espalda tú nunca me la darías. Y es que yo, el pobre idiota que escribe estas palabras, he estado acusado de asesinato. Acusado de levantar un arma y disparar a una mujer inocente. Acusado de matar a alguien, de loco. Y por mucho que yo lo negase, la acusación estaba ahí. Tú también estuviste ahí para creerme.
Y estuve en la cárcel. Cinco largos años privado de libertad por un delito que no cometí. Impusieron en mi consciencia el cadáver de una mujer a la que nunca mataría y que si pudiese, resucitaría. Porque yo la quería. Pero eso es otra historia...
¿Sabes qué se siente? Los que decían que me entendían no tenían ni puta idea. No podían ni imaginarse la rabia, la frustración, la desesperación y la impotencia que se siente. Puedes gritar, puedes llorar, puedes amenazar... Pero no sirve de nada.
Me habría vuelto loco de no ser por ti y tu apoyo incondicional. Tus llamadas y tus visitas cada semana contándome que el mundo era aún más bonito cada día y que estaba ahí, esperándome afuera.
Si hubiese podido volver atrás, habría salido a correr entre la hierba, habría ido al campo, a la playa, habría subido al pico más alto que viesen mis ojos y habría hecho los viajes más largos que pudiese.
Pero no pude volver atrás.
A los cinco años, tres meses y once días se demostró mi inocencia.
Y el día que volví a sentirme libre tú fuiste el que estuvo compartiendo conmigo un abrazo. Ese abrazo que llevaba tanto tiempo deseando dar. Un abrazo que era felicidad en estado puro.
¿No te acuerdas, papá?
Yo intento devolverte todo lo que hiciste por mí. Cada día de mi vida, y más aún desde que te diagnosticaron la enfermedad.
Fue hace unos años, cuando empecé a notar tus cambios de humor, tu agresividad... Pero no fue hasta que me preguntaste por mamá que no me quedó claro que algo te pasaba.
Estábamos en el salón. Yo acababa de escribir un capítulo nuevo y tú lo leías con una sonrisa en la boca. Como siempre, te encantaba.
Y cuando acabaste y alzaste la mirada del texto me dijiste:
-¿Por qué no se lo enseñas a tu madre? Seguro que le encanta.
Fueron esas palabras, exactamente esas palabras. Suenan en mi cabeza como si las acabase de escuchar. "¿Por qué no se lo enseñas a tu madre?". "Seguro que le encanta".
Esa frase solo tiene una interpretación. No te acordaste de que el crimen por el que se me encerró en la cárcel y que en realidad nunca cometí fue el asesinato de tu esposa. De mi madre.
Al día siguiente fuimos al médico. Y otra vez la vida se reía de mí y de ti recordándonos lo injusta que es. Las pruebas demostraban que padecías Alzheimer.
He pasado miedo papá. Mucho miedo. He sentido que cada minuto que pasa te he ido perdiendo. Que te he ido perdiendo a manos de una de las peores enfermedades que existen.
El Alzheimer mata. Pero mata la memoria. La mente. Lo que nos hace ser nosotros mismos.
En otras palabras, tu cuerpo sigue ahí, tus pulmones respirando, tu corazón bombeando, pero tú eres sustituido por otro. Por una versión tuya cruel. Violenta. Inhumana.
En otras palabras: Mueres pero tus seres queridos te siguen viendo día a día, contemplando lo que queda de ti con la mirada perdida. Con la misma mirada que tienes ahora.
Sé que no eres consciente de todo lo que me has dicho a causa del avance de la enfermedad. Sé que no sentías las palabras que salían de tu boca. Pero aun así dolían.
Pero el verdadero golpe de efecto del Alzheimer es el olvido. Todos tus recuerdos van muriendo con el paso de las semanas sin que puedas hacer nada, sin que ni siquiera seas consciente de ello.
Y no hay nada peor en este mundo que verte reflejado en las pupilas de tu padre y no ver ni el más mínimo reconocimiento en ellas. Verlas vacías, sin vida.
Y no hay cura. Sé que morirás sin reconocerme, sin acordarte de mí.
Sé que mientras te leo estas letras, para ti todo suena ajeno, suena sin sentido. Sé que en una hora no te acordarás de esta desesperación que me parte el alma en dos.
Papá, soy tu hijo. ¿No te acuerdas?

Alejandro Berraquero, a 23 de Noviembre de 2013.

viernes, 7 de marzo de 2014

Platos Rotos

¿Sabes cómo es el sonido de un plato al romperse contra el suelo? ¿Al estrellarse y hacerse pedazos? ¿Al partirse en añicos, añicos que nunca más volverán a estar unidos?
Ahora imagínate que ese plato era tu vida y que cada uno de los pedazos en los que se ha separado es una parte de ella que nunca volverá a ser como antes.
Yo lo he oído y me lo he imaginado cuando la madre de mis hijos ha tirado uno a mis pies y lo que he sentido en ese momento espero que nadie lo sienta, porque es un miedo indescriptible que simboliza que todo ha acabado.
La escena tiene un contexto. Ella siente que su vida a mi lado es una mierda, que no tiene sentido y el camino fácil para ella es decir que yo tengo la culpa de todo.
Incluso ha llegado a gritar que nuestro hijo ha sido un error y que nuestro matrimonio fue la peor decisión de su vida
¿Y por qué no? Puede que sea cierto. Puede que después de todo yo no sea lo suficientemente bueno.
Pero... ¿Nuestro hijo? ¿Que nuestro hijo no es lo suficientemente bueno?
Esa mujer, si es que se la puede llamar así, no tiene ni idea de lo que hace sufrir cuando abre la boca, ni tampoco de las hemorragias internas que provoca ahí donde más duele. En el alma.
Lo peor es la banda sonora. Raúl llorando al otro lado de la puerta, asustado.
¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? ¿De dónde voy a sacar fuerzas para decirle a mi niño que no pasa nada, que todo va a ir bien cuando en realidad pienso que la vida es una mierda? ¿Con qué cara me voy a agachar a donde él está acurrucado, a abrazarle, a decirle que le quiero, que lo siento mucho y que... y que nada va a ser igual?
Los hombres no lloran, ¿No? Entonces, ¿Esto qué es? El que inventó ese tópico nunca decepcionó a su hijo.
Tantos años respirando el mismo aire... tantos minutos, tantos segundos riendo juntos, creyendo que nada nos separaría y al final nos ha separado el dolor. El dolor de saber que por mucho que te guste una pared, chocar con ella solo te hace daño.
¿Pero qué más da nuestro pasado si en el presente las peleas son constantes? Echar de menos no sirve de nada. Ni las lágrimas. Ni la rabia. Nada sirve de nada si no actuamos en consecuencia y, cuando yo he querido actuar, ha sido demasiado tarde. El plato ya estaba roto.

Cajas de Cartón


Cajas de Cartón

Por Alejandro Berraquero



Pesada. No hay una palabra que la defina mejor. El contacto con sus mejillas, frías como el hielo, me hace abrir los ojos, aunque sigo suplicando por esos cinco minutos más que nunca llegarán. Intento librarme de sus besos, pero ella está empeñada en sacarme de mi plácido sueño y me hace renunciar a ganar la batalla cuando me arrebata las sábanas. Eso sentencia el resultado, así que permito que me ayude a incorporarme. Como es de sentido común que aún estoy más dormido que despierto, ella me viste poco a poco. Cuando acaba intento volver a la cama, pero ella me agarra del brazo y me conduce al cuarto de baño, para terminar de prepararme.
Para evitar que vuelva a tratar de huir hacia los brazos de Morfeo, me acerca al grifo y me empapa la cara repetidas veces, hasta que considera que no volveré a dormirme. Aprovecha para humedecerme el pelo, y con un peine empieza a peinarlo lo mejor que puede.
Mientras se afana en esta tarea, observo nuestro reflejo en el desgastado espejo que cuelga ante nosotros.
En él veo a un niño pequeño, quizás demasiado para la realidad que golpea su entorno. Su rostro refleja sueño, y su mirada irradia una inocencia que es propia de la infancia. Pero a su lado veo a una mujer. Una mujer cansada de luchar por un futuro mejor que parece que nunca va a llegar. Una mujer que no recuerda la última vez que se arregló o que alguien le dijo lo guapa que estaba. Hoy unas exageradas ojeras adornan una mirada cargada de melancolía, de impotencia, de fracaso.
Ese niño soy yo y ella es mi madre. Vivimos solos en un pequeño piso. No es nada del otro mundo, pero como mamá dice, es nuestro palacio. En él, el gran salón de baile no es más que una habitación con pocos metros cuadrados y una televisión antigua que no sintoniza la mayoría de los canales, el inmenso comedor tan solo es una cocina en la que hay que pelearse con las puertas de los armarios cada vez que se prepara la cena y los magníficos dormitorios con sábanas de seda son en realidad dos habitaciones con camas individuales que muchas noches acabamos compartiendo porque los truenos y las gotas de lluvia que se filtran por la ventana me dan miedo y me impiden dormir. Pero es nuestro y a para nosotros es la más lujosa de las mansiones porque nos tenemos el uno al otro.
Mientras mi mente en realidad no piensa nada de eso, ella ha estado domando los mechones de mi cabeza. Cuando al fin consigue que mi mata de pelo esté más o menos presentable, se descuida para coger la colonia. Yo aprovecho este despiste para salir corriendo por el pasillo, en busca de un desayuno que sin duda estará preparado. El estómago no para de recordarme que la cena de anoche, como siempre, me supo a poco.
Cuando paso por el salón, tropiezo con una de esas cajas de cartón que inundan la estancia desde hace unas semanas y en las que están guardadas todas nuestras cosas. No entiendo por qué mi madre se ha encaprichado con vaciar todas las estanterías y cajones. No me gusta que haya cosas que no consigo encontrar entre tantas cajas. Menos mal que mamá lo tiene todo controlado, y ha dejado bien diferenciada mi caja de juguetes.
En la cocina está mi cuenco lleno de cereales y leche fría. Desde hace unos días no tenemos luz, así que el microondas no funciona. Ha venido mucha gente a casa últimamente. Toda la familia se acerca de vez en cuando, además de personas que no conozco. Yo siempre le digo a mamá que les pregunte si saben que pasa con la luz. Esto de no tener televisión hace que me aburra mucho, porque mamá no me deja salir a la calle desde hace unos días, da igual todo lo que patalee o proteste.
Miro el reloj de la cocina. Nunca he entendido los relojes con manecillas, así que después de mirarlo un buen rato intentando descifrar su incomprensible mensaje, le pregunto la hora a mamá.
Oigo sus pasos que lentamente se acercan desde el pasillo. Cuando traspasa el umbral, veo que lleva el bote enorme de colonia, el que está adornado con una foto enorme de un bebé y que contiene esa fragancia que yo tanto odio. Ella siempre dice que es nuestro perfume favorito, y yo nunca la contradigo, por no decepcionarla.
Ignorando mi pregunta, vierte parte de la colonia en mi cabeza, y mientras yo sigo comiendo, se dirige a mí:
-"Álvaro, nos vamos de casa. A partir de ahora viviremos en casa del abuelo. Dentro de un rato vendrán los tíos para ayudarnos con la mudanza. Y también viene gente que no conoces. Un hombre muy bien vestido, con traje de chaqueta y un policía."
-"¿Un poli de verdad? ¿Con uniforme y todo?" le digo, abriendo los ojos como platos. Siempre había querido conocer a un policía como los de las películas. De mayor quería ser como el comisario de mi serie favorita de la televisión, salvar vidas y ser un héroe para todos.
-"Sí Álvaro, un policía de verdad. Y oye, no te encargo nada. Con esas personas aquí tienes que comportarte como todo un hombre, ¿De acuerdo?" Insiste ella.
-"Claro mamá, -le digo hinchando el pecho y con una estupenda sonrisa- voy a demostrarles quién es el hombre de la casa"
Y mientras escucho todo lo que dice no pienso en lo que quiere decir ese "nos vamos de casa" que me ha dicho. Ni tampoco me pregunto por qué nos vamos a casa del abuelo si nuestra casa es más grande. En mi cabeza sólo cabe que voy a conocer a un policía. Y a uno de verdad, con uniforme y todo.
Mi mente infantil empieza a volar por un lugar remoto, en el que el policía me sonríe, me deja coger su pistola, me presta su placa y me regala su gorra. Era un sueño muy alejado de la realidad. Demasiado alejado.
Cuando llamaron a la puerta y ella abrió, todo mi mundo se vino abajo. Un policía, sí, pero el policía más alejado de la visión idealista que yo tenía de ese gremio que podría haber, entró en nuestra casa. Y justo después de que el hombre trajeado que le seguía, serio y con cara de pocos amigos hiciese firmar a mi madre unos papeles con un bolígrafo que se me antojó muy caro, ese "agente de la ley" nos sacó a empujones de nuestra casa, y con la ayuda de otros policías nos dejó, junto con todas nuestras cajas de cartón, en la entrada de ese edificio en el que no volvería a entrar jamás y al que hasta hace poco llamaba hogar
Mis tíos llegaron puntuales, cogieron las cajas de cartón y las metieron en el coche. Mientras, muchos policías nos rodeaban dándonos las espaldas, como protegiéndonos de toda esa muchedumbre que gritaba y movía en alto sus carteles. No entendía que pasaba. Creía que sería un anuncio de perfume. Esos anuncios siempre son muy extraños, pero por más que buscaba no encontraba las cámaras por ninguna parte.
Mamá no paraba de llorar. Parecía que se moría de pena. Su cara estaba congestionada por el llanto, y adornada por las gotas saladas de sus lágrimas. No entendía por qué estaba así, así que yo también empecé a llorar. No me gusta verla triste.
Hoy, años después de aquello, sé que nos desahuciaron. Que unos altos mandatarios de un banco se aprovecharon de mi madre, de mí, y de otros tantos miles de personas.
Hoy sé que a mi madre y a mí nos echaron de nuestro hogar contra nuestra voluntad, y sin ninguna piedad.
Hoy sé que esas personas que nos rodeaban no rodaban un anuncio, si no que protestaban contra un mundo en el que ni siquiera el derecho a una vivienda digna se respeta, contra un mundo lleno de ladrones y mentirosos. Un mundo que nadie querría para sus hijos. Un mundo en el que el mejor futuro que mi madre me pudo ofrecer fue el de unas cajas de cartón mal apiladas en la acera.


Alejandro Berraquero, en Mayo de 2013

Ministerio de Injusticia


Por Alejandro Berraquero
Primera Carta:
Hola. Me llamo, o quizás para cuando leas esta carta sería más acertado decir que me llamaba, Manuel Espinosa, y dentro de unas horas voy a morir.
Antes de explicar cómo he llegado hasta aquí es necesario que sepáis quién soy, o mejor dicho, cómo soy.

domingo, 16 de febrero de 2014

Arcadas


Por Alejandro Berraquero
No entiendo como alguien puede ser tan mala persona, tan inmadura como para reírse de las lágrimas de otro.
¿Cómo se puede tener tan poco corazón para hacer daño sabiendo que se está haciendo?
Una broma no tiene gracia si humilla.

domingo, 9 de febrero de 2014

Palabra de Dios



Por Alejandro Berraquero
-“Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado…”
Estoy de rodillas frente a mi cama, con los dedos de las manos entrelazados, mirando el crucifijo que está colgado en la pared como si fuese más que un simple trozo de madera. Y es que yo estoy convencido de que lo es.

domingo, 2 de febrero de 2014

Tangible

Este es el último relato de una etapa de drama y tristeza. Quiero ponerle punto y aparte a esa temática porque ya me resulta repetitiva escribirla, y voy a abordar otras opciones sin renunciar a mi estilo. O al menos, eso intentaré. Un abrazo, gracias por leerme.
Pd. Tangible, definición: 2. Que se percibe de manera precisa.

domingo, 5 de enero de 2014

Fuerte

 Por Alejandro Berraquero

-"Sé que pierdo dinero al decirte esto pero... Creo que deberías de dejar de beber."
Miré al que había hablado con mala cara. ¿Parar? ¿Por qué? Si estaba perfectamente.
-"¿Qué dices? Anda, cállate y sírveme otra copa."
El que reinaba tras la barra me miraba desconcertado. ¿Decepción? No lo sé, ¿Cómo saberlo si lo veía todo tan turbio?
Con un aire de resignación, vertió en el vaso la bebida espirituosa, haciendo que mi espíritu olvidase de nuevo su propio nombre.
¿Cómo había llegado hasta allí? No lo sé. No me acordaba... ¿Qué estaba haciendo con mi vida? Tenía que salir de ahí.
-"No te molestes, ya me voy."
-"¡Pero si ya te lo he echado!"
Y sin decirle nada más me levanté del suelo. Sí, del suelo, porque al intentar abandonar mi asiento calculé mal y caí. A esas horas mi cabeza no estaba para calcular nada.
Intentaba andar en línea recta por la calle, pero no podía. Además, lo veía todo borroso. La sensación era como cuando giras sobre ti mismo a gran velocidad y luego pierdes el equilibro. Pues eso era lo que sentía. Bueno, lo que creía sentir, ya que mi cerebro no estaba para distinguir emociones.
Una pregunta no paraba de repetirse en mi cabeza: ¿Por qué había tomado tantas copas? ¿Qué me había empujado a esa situación?
Y entonces la respuesta me golpeó como un mazo y caí derribado a la acera mientras susurraba su nombre. El nombre de una mujer que no me quiso, que no pudo aceptar un error. Un error que hizo que todo lo que sentía se esfumase.
En resumen, no fui lo suficientemente bueno.
No fui el hombre que se merecía tener a su lado, y eso quedó más que patente al verme a mí mismo sin poder pronunciar su nombre, solo balbuceando unas letras sin sentido.
Fui a ese bar esperando que el alcohol hiciese que esa sensación que me oprimía el pecho y me hacía llorar desapareciese. Pero en lugar de hacer que se esfumase, había reforzado su presencia, y es que aunque no podía pronunciar su nombre, en mi cabeza no paraba de resonar, torturándome.
¿Para qué sirve el amor si al final todos acabamos igual? Parecía que Dios, si es que es verdad que estaba ahí arriba, se vengaba de mí por todas las veces que he dicho que no existía. Parecía que había saltado desde un avión y que el paracaídas estaba roto. Cuanto más tiempo pasaba, parecía que el agujero en su tela se iba haciendo más y más grande. Cuantas más veces me caía más me costaba levantarme.
Entonces todo dio un vuelco. Fue solo un segundo, pero la vi ahí, a unos metros delante mía. De repente, tal y como había llegado se fue, ya no estaba. En un abrir y cerrar de ojos, la luz que se había encendido en mi interior se apagó. Como loco, mi mirada fue de un lugar a otro, buscándola. La necesitaba.
Y volvió a aparecer, esta vez algo más cerca, durante algunos segundos más. Mi respiración era cada vez más irregular. Solo quería tocarla, saber que era real, abrazarla decirle lo mucho que la quería... Pero volvió a desaparecer.
Me puse de pié como pude intentando enfocar la mirada en algún punto, buscando su rostro entre las sombras de la calle, una calle que por más que era vista por mis ojos seguía estando desierta.
Entonces la descubrí a tan solo un paso de dónde yo estaba. Su mirada no me decía nada, pero en sus labios pude distinguir una palabra: "Ven".
Y yo no pude hacer otra cosa que no fuese obedecerla.
Entonces, cuando la fui a besar, atravesé el espejismo que era su cuerpo. Y antes de que pudiese reaccionar, me di de bruces contra el suelo. Un suelo que me resultó más frío de lo que me había resultado hasta entonces. Y la luz, sin avisarme, se fue apagando poco a poco.
¿Alguna vez has visto una ambulancia por dentro? Desde aquella madrugada yo la recuerdo cada vez que pienso en beber y cada vez que pienso en ella. Su voz sigue resonando como eco dentro de mí, pero esta vez no lo considero una enfermedad de la que el alcohol es la medicina. Ya estoy bien, sonrío de vez en cuándo y el corazón me va mejor, ya solo duele cuando late... Pero hay que ser fuerte a pesar de todo. El problema de serlo es que cuánto más lo eres, desde más alto es la caída.
Alejandro Berraquero a 20 de Diciembre de 2013 en hastaquesecolapselainspiracion.blogspot.com.es