En
música, se entiende por canon aquella obra basada en la imitación.
En
este caso, nonaC es todo lo contrario.
nonaC
Me
llamo Francisco y soy el hombre más feliz del mundo.
¿Qué
digo hombre? La persona, el ser, el… yo que sé. Pero tengo la sensación de que
no se puede tener una sensación de felicidad mayor que esta.
Te
pongo en situación: Me desperté por la mañana en mi cama. Hasta ahí todo
normal, pero estaba destapado. Entonces fue cuando me fijé en que también
estaba desnudo. Eso era raro, porque por las mañanas hace frío, y más si es
diciembre.
Quise
taparme con la manta, pero estaba atascada con algo. Resoplé. Definitivamente
había tenido mejores despertares. Me incorporé para ver qué la tenía
aprisionada y, de golpe, toda la noche anterior me vino a la cabeza. Una
estampida de recuerdos tiró abajo la puerta cuando descubrí el torso desnudo de
la chica más guapa que había visto nunca acostada junto a mí.
Desde
ahí inspeccioné mi dormitorio. En una esquina vi mi ropa interior, junto con
sus pantalones. Mi camiseta estaba junto a la suya, hecha un ovillo en el
umbral de la puerta. Y cuando miré hacia arriba encontré su sostén, colgado de
la lámpara.
Había
sido una noche increíble.
Entonces
se me ocurrió darle una sorpresa, un desayuno en la cama. Me levanté, me vestí
en silencio y cerré la puerta. Me dirigí a la cocina y cogí una taza. Fue en
aquel momento cuando me acordé de que la cafetera estaba rota. Bueno, pensé, le
haré un desayuno a lo grande.
Cogí
la cartera y salí de casa. Todo parecía nuevo, más hermoso. Los escalones, la
puerta del edificio, la calle, el cielo…
Me
acerqué al bar de enfrente y pedí un par de tostadas con sus respectivos cafés.
Qué bien olía. Una vez en la calle, una duda asaltó mi cabeza. ¿Le compro unas
flores? ¿Una rosa? ¿O mejor un ramo? Al final, por la prisa de volver a verla y
el miedo de que se enfriase el desayuno, decidí volver a casa.
Nunca
creí que la escalera de mi edificio tuviese tantos escalones. Uno, y otro, y
otro. Hice malabares para abrir sin derramar nada, y luego, a grandes zancadas,
me acerqué a mi cuarto. Pero entonces toda mi felicidad, como si le hubiesen
quitado el punto de apoyo, se desplomó contra el suelo junto al café y las
tostadas.
Ni
en el suelo había una camiseta, ni a los pies de la cama un pantalón ni en la
lámpara un sujetador. Allí no había nadie.
No
podía creerme que todo hubiese sido un sueño.
***
Me
desperté pensando que bebí demasiado, desnuda, en una cama que no era la mía. Mi
bolso estaba en una silla de la habitación. Me acerqué a él, busqué el móvil y
llamé a Paula.
-Tía,
no te lo vas a creer.
-¿Qué
ha pasado?
-Qué
no ha pasado. No sé dónde estoy.
-¿Cómo?
-Que
estoy en la casa de un tío.
-¿Cómo?
-Tía,
que ayer bebí mucho y no sé qué he hecho.
-Ostia
que fuerte. ¿Pero habéis…?
-Creo
que sí. Estoy en su cama, desnuda. Y a que no adivinas dónde está mi sujetador.
-Dónde.
-En
la lámpara, tía.
-Joder,
¿Y no le conoces?
-No,
y no me acuerdo de nada desde que tú y yo pedimos aquel cubata. A ver si me ha
drogado…
-Bof,
¿Tú crees?
-No
sé, pero no me acuerdo de nada.
-¿Y
él está ahí?
-No,
creo que ha salido.
-¿Pero
está bueno?
-Y
yo qué sé. Me acabo de despertar y no me acuerdo de nada.
-Tía,
vete de ahí ya, a ver si va a ser un loco.
-Esto
es una pesadilla.
-Que
no mujer. Tú vístete, coge tus cosas y vete.
-¿Y
si me lo encuentro?
-No
te lo vas a encontrar. Y si eso, sal corriendo.
-Vale.
-Luego
hablamos.
-Hasta
luego.
-Oye,
por cierto.
-Qué.
-Por
ahí tiene que haber alguna foto de él. Si está bueno quédate, no seas tonta.
Pero
como vimos en el relato de Francisco, no sería tan guapo cuando, al llegar él y
no encontrar a nadie, sólo pudo pensar que todo había sido un sueño.
Por Alejandro
Berraquero a 1 de Febrero de 2015 en
hastaquesecolapselainspiracion.blogspot.com
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