domingo, 1 de febrero de 2015

nonaC

En música, se entiende por canon aquella obra basada en la imitación.
En este caso, nonaC es todo lo contrario.

nonaC
Me llamo Francisco y soy el hombre más feliz del mundo.
¿Qué digo hombre? La persona, el ser, el… yo que sé. Pero tengo la sensación de que no se puede tener una sensación de felicidad mayor que esta.
Te pongo en situación: Me desperté por la mañana en mi cama. Hasta ahí todo normal, pero estaba destapado. Entonces fue cuando me fijé en que también estaba desnudo. Eso era raro, porque por las mañanas hace frío, y más si es diciembre.
Quise taparme con la manta, pero estaba atascada con algo. Resoplé. Definitivamente había tenido mejores despertares. Me incorporé para ver qué la tenía aprisionada y, de golpe, toda la noche anterior me vino a la cabeza. Una estampida de recuerdos tiró abajo la puerta cuando descubrí el torso desnudo de la chica más guapa que había visto nunca acostada junto a mí.
Desde ahí inspeccioné mi dormitorio. En una esquina vi mi ropa interior, junto con sus pantalones. Mi camiseta estaba junto a la suya, hecha un ovillo en el umbral de la puerta. Y cuando miré hacia arriba encontré su sostén, colgado de la lámpara.
Había sido una noche increíble.
Entonces se me ocurrió darle una sorpresa, un desayuno en la cama. Me levanté, me vestí en silencio y cerré la puerta. Me dirigí a la cocina y cogí una taza. Fue en aquel momento cuando me acordé de que la cafetera estaba rota. Bueno, pensé, le haré un desayuno a lo grande.
Cogí la cartera y salí de casa. Todo parecía nuevo, más hermoso. Los escalones, la puerta del edificio, la calle, el cielo…
Me acerqué al bar de enfrente y pedí un par de tostadas con sus respectivos cafés. Qué bien olía. Una vez en la calle, una duda asaltó mi cabeza. ¿Le compro unas flores? ¿Una rosa? ¿O mejor un ramo? Al final, por la prisa de volver a verla y el miedo de que se enfriase el desayuno, decidí volver a casa.
Nunca creí que la escalera de mi edificio tuviese tantos escalones. Uno, y otro, y otro. Hice malabares para abrir sin derramar nada, y luego, a grandes zancadas, me acerqué a mi cuarto. Pero entonces toda mi felicidad, como si le hubiesen quitado el punto de apoyo, se desplomó contra el suelo junto al café y las tostadas.
Ni en el suelo había una camiseta, ni a los pies de la cama un pantalón ni en la lámpara un sujetador. Allí no había nadie.
No podía creerme que todo hubiese sido un sueño.
***
Me desperté pensando que bebí demasiado, desnuda, en una cama que no era la mía. Mi bolso estaba en una silla de la habitación. Me acerqué a él, busqué el móvil y llamé a Paula.
-Tía, no te lo vas a creer.
-¿Qué ha pasado?
-Qué no ha pasado. No sé dónde estoy.
-¿Cómo?
-Que estoy en la casa de un tío.
-¿Cómo?
-Tía, que ayer bebí mucho y no sé qué he hecho.
-Ostia que fuerte. ¿Pero habéis…?
-Creo que sí. Estoy en su cama, desnuda. Y a que no adivinas dónde está mi sujetador.
-Dónde.
-En la lámpara, tía.
-Joder, ¿Y no le conoces?
-No, y no me acuerdo de nada desde que tú y yo pedimos aquel cubata. A ver si me ha drogado…
-Bof, ¿Tú crees?
-No sé, pero no me acuerdo de nada.
-¿Y él está ahí?
-No, creo que ha salido.
-¿Pero está bueno?
-Y yo qué sé. Me acabo de despertar y no me acuerdo de nada.
-Tía, vete de ahí ya, a ver si va a ser un loco.
-Esto es una pesadilla.
-Que no mujer. Tú vístete, coge tus cosas y vete.
-¿Y si me lo encuentro?
-No te lo vas a encontrar. Y si eso, sal corriendo.
-Vale.
-Luego hablamos.
-Hasta luego.
-Oye, por cierto.
-Qué.
-Por ahí tiene que haber alguna foto de él. Si está bueno quédate, no seas tonta.
Pero como vimos en el relato de Francisco, no sería tan guapo cuando, al llegar él y no encontrar a nadie, sólo pudo pensar que todo había sido un sueño.


Por Alejandro Berraquero a 1 de Febrero de 2015 en hastaquesecolapselainspiracion.blogspot.com

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