miércoles, 6 de noviembre de 2013

¿Morir por Dinero?



Créeme. O no me creas, me da igual. Pero llama a la ambulancia por favor. Necesito ayuda.
A ver cómo te lo explico. Es de noche y a mí y a mi coche nos han echado de la carretera. Un todoterreno negro nos ha embestido a mi Opel Corsa y a mí y hemos rodado cuesta abajo.
Y ahora estoy en el asiento del piloto intentando desabrocharme el puto cinturón y peleándome con el airbag para salir del vehículo.
Joder, no puedo. Me duele la cabeza, siento que me va a estallar. ¿Es sangre eso que veo en lo que era el techo de mi coche?
Tengo que calmarme. Gabriel, piensa y respira hondo, me digo a mí mismo. Y yo, Gabriel, si pudiese respirar con tranquilidad me haría caso.


Puto asma, puto inhalador y puto accidente. Necesito respirar. Socorro, por favor, que alguien me ayude.
En una de las embestidas logro desabrochar el cinturón. Víctima del frenesí intento abrir la puerta pero está atascada. ¿Nadie piensa ayudarme? ¿Ni la suerte? Me reclino hacia atrás en el asiento y golpeo con toda las fuerzas que mis piernas me permiten la puerta, y ésta se abre.
Salgo al exterior gateando. Me alejo del coche e intento ponerme de pie, pero el mareo me obliga a sentarme.
Desde el suelo busco con desesperación mi inhalador, que estaba guardado en mi bolsillo. Lo acerco a mi boca y aspiro hondo. Al fin, poco a poco, voy recuperando un ritmo de respiración normal.
Pero me sigue doliendo la cabeza y cuando me llevo a ella las manos descubro algo que le recuerda al mareo que aún no ha acabado su trabajo conmigo.
Sangre.
Allí sentado contemplo con nerviosismo lo que queda de mi coche y justo antes de decidir llamar a alguien que arregle ese desastre, recuerdo horrorizado lo que había pasado.
Ellos me han encontrado y han intentado matarme.
¿Que quiénes son ellos? La palabra mafia creo que les define muy bien, aunque no creo que ellos se autodenominasen así. Pero al fin y al cabo son eso, una organización a la que no le gusta que las cosas le salgan mal. Y que dan miedo. Mucho miedo.
Y ahora al tirar mi coche por un terraplén han demostrado que los rumores y consejos que yo ignoré se quedaban muy cortos cuando hablaban de la peligrosidad de la organización.
Además en un todoterreno negro. Que típico, ¿No? Y además probablemente conducido por hombres trajeados con gafas de sol y pistolas con silenciador. Espera... Dos hombres demasiado parecidos a esa descripción están bajando por la ladera Pero... ¿Qué?
Mierda, vienen a por mí. Tengo que moverme.
Y olvidando el mareo, empiezo a correr.
A cada zancada voy tomando consciencia de cómo es el sitio en el que estoy.
La carretera estaba sobre una loma con una ladera ligeramente empinada por la que he caído yo. Rodeando la carretera todo es verde. No es exactamente un bosque, pero los arbustos están crecidos e impiden la visión del horizonte.
Voy cubriéndome la cabeza mientras no me detengo. Necesito huir. Necesito ayuda. Necesito... llamar a la policía.
Con suerte los sicarios de la organización se han quedado registrando el vehículo, creyendo que el anillo está allí. Pero me suena irreal incluso sin decirlo en voz alta. Vienen a por mí y vienen ya.
¿Y el móvil? Debería de estar en mi bolsillo pero... ¿Dónde está?
Da igual dónde esté. Lo que importa es dónde no está, y no está en mi mano.
Mierda, mierda, mierda.
¿Por dónde estará la carretera? Me duele la cabeza. No puedo pensar... ¿Más sangre? Pero ¿Qué me pasa?
Calculo hacia dónde está la carretera y decido regresar a ella pero a una distancia considerable del lugar del accidente.
Intento correr, pero si corro la cabeza me duele más aún. Siento pulsaciones en mi cabeza como si ese fuese el sitio de mi corazón, que al parecer no siente la pérdida de sangre y sigue a un ritmo imparable.
No sé cuánto he tardado, pero cada vez estoy más mareado y tengo menos sentido de la realidad. Al menos, ya escucho los motores y... sí, eso son ladrillos.
Miro hacia arriba y ahí está, la carretera. Y miro al frente, y veo un túnel. Y una luz al final.
¿Me estoy muriendo? ¿Éste es el camino que simboliza la muerte? Frío. No, mierda, no. Demasiado típico todo. ¿Voy a morir?
Debo salir del túnel. Le digo a mis piernas que den media vuelta, pero no me responden. El dolor se ha transmitido al resto del cuerpo.
Y fijándome bien, el túnel es tan bonito en realidad...
Es el contraste perfecto entre la naturaleza que se ve antes y después de él y la falta de vida de la comunidad civilizada. Gris. Colores desgastados.
Y en el fondo brilla el sol...
El paso de los coches por encima de mi cabeza y la vibración que provocan en la estructura del túnel incrementa la confusión que siento.
Bueno, a todos nos llega nuestro momento tarde o temprano.
Abatido a la mitad del túnel me siento y saco de mi bolsillo un anillo.
El anillo. ¿Cuánto valdrá? No sé si es un diamante o es solo cristal, no soy un experto, pero me atrevería a decir que lo primero. Y que vale millones.
El anillo por el que han intentado matarme.
¿Intentado? Me temo que lo han conseguido. Miro a la luz de la boca de salida de aquel extraño camino, y con las fuerzas que me quedan, tiro el anillo en dirección a los árboles, al bosque. A un lugar donde nadie lo encuentre.
Y antes de cerrar los ojos, pienso: ¿Morir por dinero? Qué patético he sido...

Alejandro Berraquero, Seis de Noviembre de 2013

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