domingo, 11 de enero de 2015

¿Está muerto? (Segunda parte)

Segunda parte del relato de la semana pasada, ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Estoy interesado en adaptarlo para grabar la historia en un corto pero claro, sin medios ni personal es imposible.
En fin, espero que os guste leerlo tanto como a mí escribirlo. Un abrazo.

¿Está muerto?
-¡Soy un puto gilipollas!
-Vamos, Guillermo, sal del cuarto de baño.
-Que me olvides, joder.
-Venga ya, tío. Te ha dejado tu novia, pero no es el fin del mundo.
-¡Que me olvides, coño!

Andrés, en lugar de olvidarle, comenzó a aporrear la puerta del cuarto de baño mientras hablaba alargando las vocales.
-Venga, que tenemos fiesta.
-¡Que no!
-¿En serio te vas a quedar amargado después de enterarte de que la puta de tu novia te ponía los cuernos?
-¡Cállate de una puta vez!
-¿Y si no, qué? ¿Me vas a golpear con tu cornamenta?
Entonces se abrió la puerta del servicio y salió Guillermo. En su cara había surcos que habían sido creados por las lágrimas, pero en sus ojos no había tristeza. Había rabia.
-¡Hijo de puta!
Guillermo se abalanzó sobre Andrés con clara intención de propinarle un puñetazo. Sin embargo, estaba tan débil anímicamente, que a su amigo no le fue difícil esquivarle.
-Mira, vale que no vayamos a la discoteca, pero en casa no te quedas. Vamos a cogernos un ciego a donde siempre y así de despejas.
Ambos estaban ya vestidos para salir, dado que Guillermo estaba terminando de arreglarse cuando su móvil vibró.
Es curioso hasta qué punto puede llegar a ser cierta esa frase de “una imagen vale más que mil palabras”. Podrían haberle dicho mil personas distintas que su novia le engañaba y podría haberlo creído o no. Sin embargo, cuando una cuenta de Twitter con un huevo de gallina como foto de perfil y perteneciente a un usuario anónimo le mencionó adjuntando una foto de su novia besando a otro que obviamente no era él, no hubo lugar a dudas.
Así que, al final, fueron al parque y empezaron a beber como si el alcohol pudiese matar la pena que sentía Guillermo dentro.
***
 -Cuéntame algo que no sepa.
Estaban los dos borrachos.
-Los cuernos tío, los putos cuernos. Pareces Dumbo.
-Dumbo no tiene cuernos, imbécil. Dumbo volaba.
-Es verdad, tú no vuelas. A ti te pesa demasiado la cornamenta.
Tras el chiste, dicho como si fuese el mejor que se había oído decir en su vida, estalló en una carcajada.
-Me voy a cagar en tu puta madre.
Dicho esto, Guillermo saltó sobre su amigo mientras el otro, literalmente, se reía en su cara. Cayeron al suelo y, tras un breve forcejeo, quedó demostrado que Andrés era superior físicamente a su amigo.
Finalmente, Guillermo acabó llorando en el hombro de Andrés mientras éste bebía un cubata e intentaba – con pocas ganas –animarle.
-Venga, hombre, que no pasa nada.
-Yo la quería, tío. Te juro que…
-Bla, bla, bla. Cállate de una vez, ¿Quieres? Llevas toda la noche con lo mismo. Que si Marta esto, que si Marta lo otro, bah. Nos hemos venido aquí para algo, ¿No? Para divertirnos y olvidarnos de la zorra esa. Además –dijo, dándole otro trago al cubata que llevaba en la mano –ni siquiera estaba buena.
-Pero yo la querí…
-Ya lo estás volviendo a hacer. –Dijo, interrumpiéndole y tendiéndole la bebida –Dale un trago a esto, coño. Te aseguro que te sentará bien.
Y vaya si le sentó bien. En el vaso había un par de pastillas, introducidas ambas por Andrés para subirle el ánimo a su amigo.
Supongo que por mucho que nos maten, siempre creeremos que las drogas nos ayudan a sentirnos mejor.
***
-Vamos a comprar para hacer más cubatas, que estoy seco.
Era de madrugada cuando ambos se dirigieron tambaleantes a una confitería que parecía abrir las veinticuatro horas. Fue entonces cuando Guillermo advirtió el bulto en la cadera de Andrés. Estaban bastante colocados ambos, y su diálogo dista mucho de ser el que reproduzco aquí a continuación. Os transcribo una versión entendible.
-¿Qué llevas ahí, tío?
Entonces su amigo sacó la pistola.
-Es de mi viejo, tío, la lleva siempre que va a cazar.
-¿Y por qué carajo la llevas encima?
-Para vacilar, pero no está cargada.
-¿Para vacilar? Tío, ¿Tú sabes lo que puede pasar si te ven con la pistola?
Él se la volvió a guardar.
-Cállate y deja de decir tonterías.
Anduvieron un par de minutos más antes de entrar en la tienda. Una vez allí, cogieron las botellas y, a la hora de sacarse la cartera, a Andrés se le cayó, junto a la pistola. Las recogió, y al verle con el arma, el dependiente –de origen asiático –levantó las manos asustado, creyendo que se trataba de un atraco. Andrés pasó la mirada de sus manos al chino, y del chino a sus manos. Entonces sonrió como si se le acabase de ocurrir una gran idea.
-Dam to lo que tttttttiennnes ahíjo putttta.
Perdón. Os traduzco lo que quería decir Andrés en realidad.
-Dame todo lo que tienes ahí, hijo de puta.
El dependiente, obviamente, no entendió absolutamente nada a pesar de hablar medianamente castellano.
-Que me lo d…
Pero se interrumpió porque sin querer, había apretado el gatillo. Y la pistola, que nunca debió de tener balas, acababa de matar a un hombre.
Guillermo comenzó a gritar, pero se detuvo al ver la mirada de Andrés. Se calló y dijo, titubeando:
-¿Es… está muerto?
Andrés no se movió del sitio.
-¡Andrés! ¡Gilipollas! ¡¿Lo has matado?!
La pistola y la cartera se deslizaron de su mano y cayeron al suelo. Andrés, entre la droga y el shock de lo que acababa de hacer, no sabía cómo actuar. Entonces, Guillermo le cogió del brazo y ambos salieron corriendo de la tienda sin mirar atrás, pero dejando el arma con sus huellas y su cartera en la que estaba su DNI en el suelo de la confitería.
A la mañana siguiente, se despertaron en el césped de un parque. Bueno, mejor dicho, a la tarde siguiente, ya que pasaban las cinco de la tarde cuando Guillermo despertó a su amigo zarandeándolo.
Les dolía la cabeza por la resaca y no se acordaban de nada. Guillermo lo achacó al alcohol sin ser consciente de las pastillas que Andrés le había echado a su cubata del que ambos habían bebido.
Cuando pudieron ponerse en pie, se dirigieron a un restaurante de comida rápida, dónde, con un aspecto lamentable, pidieron unas hamburguesas, unos refrescos y unas patatas. Mientras se la comían el dolor se disipó por completo y mantuvieron una conversación bastante interesante.
Se acabaron las patatas justo a tiempo para comprobar que no se acordaban de nada y que unos policías los estaban deteniendo porque el dependiente de la tienda, tal y como vaticinó Guillermo con su pregunta, estaba muerto.


Por Alejandro Berraquero, a 11 de Enero de 2015 en hastaquesecolapselainspiracion.blogspot.com

2 comentarios:

  1. Sigo en que relacionas bastante bien las historias y son interesantes , pero me parece una historia un tanto surrealista y sinceramente , si quieres entretener bien , pero no me dice mucho esta historia.

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  2. La primera es para transmitir el mensaje, y la segunda es para entretener, pero estoy de acuerdo en que es surrealista. Al fin y al cabo, qué no lo es.

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