miércoles, 20 de noviembre de 2013

A Cada Paso

Soy un hombre problemático. No porque cause problemas, que también, sino porque tengo demasiados.
¿Por dónde debería empezar?
Podría remontarme al principio de todo.
Para empezar, mi nacimiento ya de por sí fue un error. No conocí a mis padres y aún hoy no sé nada de ellos, solo sé que me entregaron en adopción el mismo día en el que vi por primera vez la luz del sol. Ni siquiera me dieron una oportunidad.
Sin ponerme melodramático podría decir que nunca he tenido una familia. Nunca me he sentido querido con ese amor tan especial que es el de una familia unida.  No conocí a ninguna de esas parejas que desean tener un hijo por encima de todas las cosas. El orfanato fue mi única casa. Para todo aquel que no lo sepa, un orfanato es lo más parecido a una cárcel para niños que puede haber. La diferencia con las cárceles es que allí todos éramos completamente inocentes.
Incluso las ventanas tenían unos gruesos barrotes que dificultaban la visión del exterior. ¿Para qué quieren barrotes en un tercer piso? Puede que ante la mínima perspectiva de libertad algún niño se haya tirado al vacío. No lo sé a ciencia cierta, pero si fue así, al menos ellos tuvieron la oportunidad de sentir lo que es no estar atado a unas paredes, aunque fuese por unos segundos.
Yo, sin embargo, tras tantas y tantas horas mirando a través de la ventana cómo los pájaros eran libres en el cielo, una idea empezó a cobrar fuerza en mi cabeza. Quería volar, ser libre. Conocer el mundo desde otro punto de vista.
Quería aprender a pilotar un avión.
Y una vez salí de aquella cárcel, ese fue mi único objetivo. Trabajar duro para cumplir mi sueño.
Y lo cumplí. Además conseguí trabajo en una compañía aérea, y con el generoso sueldo me compré un humilde piso y mi propia avioneta.
Pues bien, esa avioneta ahora está destrozada kilómetros atrás. He tenido un accidente.
En mi afán por conocer el mundo he pedido un año sabático y me he embarcado en una aventura a la que creo que no sobreviviré.
Este viaje me ha dado tiempo para pensar. Para sentirme libre. Y para darme cuenta de muchas cosas.
Aunque el sentimiento de libertad esté ahí y sea tangible, la libertad no existe. Incluso los pájaros esos a los que yo admiraba están atados al cielo.
¿Que qué paso? El motor falló. Así, sin avisar, empezó a renquear y poco a poco fue perdiendo potencia. En el aterrizaje logré salvar mi vida, pero no la avioneta.
Y es que aterrizar en medio del desierto del Gobi es más difícil de lo que parece.
Y ahora, a cada paso que doy hundiendo mi pie en la arena y avanzando con el sol como enemigo, tengo otro problema más en mi vida. Y es que la sed es insoportable.
No sé cuánto tardaré en morir, pero ya lo he asumido. Ya hasta las fuerzas para escribir me faltan. No sé si este cuaderno lo encontrará alguien junto a lo que quede de mí o si por el contrario esta carta desesperada y su escritor serán enterrados por el desierto para siempre.
Pero si alguien lee esto que sepa que a cada paso que he dado sabiendo que iba a morir me he arrepentido, porque en el tiempo que he estado vivo no he vivido. Ha habido demasiados días en los que no he reído, demasiados momentos en los que me he preocupado demasiado por respirar. Demasiadas veces me he preocupado de todo lo que no es importante e insuficientes veces me he preocupado de ser feliz.
A cada paso que he dado sabiendo que en las próximas horas cerraré los ojos para no abrirlos nunca más me he dado cuenta de que mi objetivo en la vida no era el correcto.
El verdadero objetivo en la vida de todas las personas de este mundo debería ser que cuando su cuerpo descanse en el ataúd su boca forme una gran sonrisa.
Porque no hay nada más bonito que una sonrisa. Porque si de la vida no te vas sonriendo se te queda un mal sabor de boca. Disfruta, vive, respira cada gramo de aire y no desperdicies nada en un suspiro.
Te lo pide alguien que sabe que su vida no ha merecido la pena. Y no hay palabras que describan esa sensación de decepción.
Por favor, vive.
Alejandro Berraquero, a 20 de Noviembre de 2013

2 comentarios:

  1. Creo que todos llegaremos a ese punto, un momento de nuestra vida (sobretodo si esta es demasiado corta) en el que nos arrepentiremos del tiempo perdido, pero eso solo pasará cuando no nos quede más. Mientras tengamos, nos daremos el lujo de derrocharlo

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