domingo, 28 de diciembre de 2014

El Discurso del Rey

A continuación, reproduciré el fragmento inicial del mensaje de Nochebuena de Felipe VI.
“Buenas noches.
Quiero, en primero lugar, daros las gracias por abrirme vuestras casas en esta Nochebuena. Un momento que es, sobre todo, de cercanía y reencuentro, un momento para aproximarnos, para mirarnos con la voluntad y el deseo de entendernos, para transmitir a las personas que nos rodean nuestros mejores sentimientos de afecto, de paz y de alegría.”
¿En qué momento habéis dejado de leer? No, en serio, ¿En qué palabra exactamente habéis dejado de ver palabras y habéis sustituido todo por un simple bla, bla, bla?

Si hubieseis estado atentos, os habríais indignado. Porque, ya no refiriéndome al texto, ¿Cuántos de los que estáis ahora mismo leyéndome prestasteis atención a la televisión cuando vuestra abuela puso en Nochebuena el discurso del rey? ¿Alguien lo estuvo? Sinceramente, entre el jamón, el marisco, la bebida y la familia, creo que pocos escucharíais atentamente a la voz del televisor.
Probablemente, lo que sí habréis visto algunos, serán esos “análisis” que realizan al día siguiente los telediarios de las principales cadenas televisivas, en los que escogen fragmentos, repito, escogen fragmentos, y los comentan, explicando la alusión a la corrupción y la renovación o continuidad de sus palabras en la monarquía.
Pero hoy, y únicamente de ese fragmento inicial que ya os he expuesto, voy a realizar un sencillo comentario.
“Quiero daros las gracias por abrirme vuestras casas esta Nochebuena”
Así empieza. Y olé sus cojones reales. No, en serio, me parece irónico aquellos que, aún tras leer estas líneas, tilden a este rey de cercano. ¿Cercano?
Desde que comenzó la crisis, hace ya aproximadamente dos años, ha habido unos cuatrocientos mil desahucios. Una persona que está al frente de una institución que únicamente tiene la función de representación y que recibe de las arcas públicas casi ocho millones de euros al año no puede decir en un medio público que nos agradece que le abramos nuestras casas. Es como si te roban en la esquina con una navaja y te dan las gracias por no oponer resistencia.
¿Cuántos desahucios se podrían detener con el dinero que cuesta la monarquía?
¿Cuántos niños dormirían en su cama?
¿Cuántos padres no llorarían a escondidas por pura impotencia?
En la segunda parte del fragmento dice que este es un momento de cercanía, de reencuentro… en resumen, que es para estar con nuestros seres queridos.
Ahora imagínate que eres una mujer de unos cincuenta años. No, en serio, imagínatelo. Piensas que estás en tu sofá, con la estufa, mirando el televisor y de la mano de tu marido. Estáis viendo el discurso, por curiosidad, porque no echan otra cosa, por lo que queráis. Tu hijo no está con vosotros porque tras acabar sus estudios, no pudo encontrar trabajo en este país donde hay más de cuatro millones y medio de parados, de los cuales aproximadamente la mitad no recibe ayudas y tuvo que emigrar a un país de esos en los que todo va genial.
Estáis los dos ahí, echándole de menos, sabiendo lo mucho que le habría gustado a él que le hicieses su cena favorita en un día tan especial, y ves como ese hombre que cobra tanto, dice que estas fechas son de reencuentro. Un reencuentro que en tu caso no será posible porque ni tu hijo ni vosotros tenéis dinero para viajar.
¿Cuántas ayudas se podrían dar a las empresas para que contratasen a esas personas que están desempleadas con los ocho millones que cuesta la monarquía al año?
¿Cuántas ayudas se podrían dar a esas personas que tienen que darles un techo, comida y educación a sus hijos?
Deberíamos plantearnos si la monarquía y el desarrollo del país no son antónimos y si decir en la misma frase “¡Viva el Rey!” y “¡Viva España!” sale rentable.


Por Alejandro Berraquero, a 28 de diciembre de 2014 en hastaquesecolapselainspiracion.blogspot.com

1 comentario:

  1. Por fin lo leo , aunque me abstengo totalmente de comentar opiniones de tipo políticas.

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