viernes, 20 de mayo de 2016

Apuntes

“Si deja cicatriz es que no mata”
- Lone


Francia, ni idea de dónde exactamente. Octubre de 2013.


Apuntes

Estoy en la biblioteca de la Escuela Superior de Ingeniería, sentado cerca de la puerta por la que he entrado. En frente tengo el portátil en el que escribo. He dejado la mochila en la que lo traía en el suelo, apoyada en la pata derecha de mi silla. Me he quitado el reloj de la muñeca, lo he colocado en la mesa -para evitar molestias- y me he deslizado un poco en el asiento para estar más cómodo. Después, he abierto un archivo con la materia de Derecho Constitucional, pero no he podido concentrarme. Me he dedicado a observar a las personas que estaban a mi alrededor, y ahora, me propongo describirlas.

Lo primero que quizás te preguntes es qué hago en la biblioteca de una universidad que no tiene nada que ver con la mis estudios –que por lo que he intentado estudiar, imagino que sabrás cuál es mi carrera–. No le des muchas vueltas, es tan simple como que mi compañero de piso venía hacia aquí a unas prácticas y yo no quería estar solo en casa. No tengo miedo ni nada por el estilo, pero si me quedo solo voy a empezar a recordar, y no todos los días tengo fuerzas para luchar contra el pasado.
Hace un rato que mi compañero se ha ido a clase. Yo me he quedado aquí, con la esperanza de aprender algo, como ya te he dicho. Sin embargo, estas líneas son la prueba de que me ha resultado imposible, y antes que combatir con mi propio pensamiento, me he puesto a analizar a todo el que pasaba cerca.

La primera víctima ha sido la chica que se ha sentado delante de mí. No te voy a mentir, si es la primera a la que describo es porque es guapa. Bastante guapa. Vale, está buenísima, qué quieres que te diga. Total, me he tirado mirándola un rato así a lo disimulado, y me he dado cuenta de que ella ha hecho lo mismo conmigo. No sé si es porque se siente intimidada –lo cual no creo, porque mis miradas son escasas y no descaradas –o si siente por mí la misma curiosidad que yo por ella. El caso es que iba a describírtela porque no tengo nada mejor que hacer, así que allá voy. Nunca se me ha dado bien describir, así que tampoco te esperes gran cosa. ¿Por dónde empiezo? A ver, el pelo es castaño, casi rubio. La piel es clara, pero es normal teniendo en cuenta que en época de exámenes nadie puede permitirse el lujo de tomar el sol. Tiene pequitas, pocas, pero apreciables. Siempre me han gustado las pecas. En cuanto a los ojos, desde aquí no sé decirte si los tiene verdes o marrones. Quizás una mezcla. De pendientes lleva unas perlas pequeñas y sus mejillas son grandes, de esas que, sin llegar a hacer la cara gorda, dan la sensación de ser muy blandas al tacto. Tiene unos pechos generosos, aunque no lleva escote. Viste una blusa amarilla que, a mi modo de verlo, le favorece mucho. Como ya habrás imaginado, no puedo describirla de cintura hacia abajo porque está sentada, por lo que tengo que centrarme en sus manos. Bonitas, pequeñas. Tiene una alianza de plata en la mano izquierda. Mierda, tiene novio. Ya decía yo que no podía ser perfecta. En la muñeca derecha tiene una pulsera azul, típica que venden en mercadillos de verano. También tiene, en la otra mano, una gomilla para el pelo. Tiene las uñas pintadas de un color corinto, aunque de algunos dedos ya ha desaparecido la pintura.
Acaba de estornudar. ¿Estará resfriada? ¿Tendrá alergia a algo? No lo sé. Ha sido un estornudo gracioso, nada que ver con esos que suelto yo en los que parezco un animal. ¿Por qué tengo la impresión de que ella es tan perfecta y yo tan desastroso? Y eso que ni la conozco. Me acabo de dar cuenta de que está escuchando música en Spotify mientras se concentra en sus apuntes. Desde aquí veo que es una lista de reproducción para estudiar y relajarse. No distingo bien sus apuntes, pero parecen una especie de Matemáticas. Claro, en una facultad de ingeniería, ¿Qué esperaba encontrarme?

Creo que ya he sacado de ella todo lo que podía. Podría tirar “accidentalmente” un bolígrafo al suelo y ver qué pantalones o zapatos lleva, pero no soy un psicópata enfermo. Tampoco creo que este texto vaya a importarle a nadie, ni que fuese un documento clasificado de una agencia de espionaje sobre un importante cargo de otro país. Sólo soy yo, sentado en una biblioteca, describiéndote a la primera chica que he visto porque me aburro.

No es que mi vida no sea interesante, es que dudo que a esto que hago se le pueda llamar vivir. Respiro anestesiado por el agobio y el estrés, los cuales son parte de mí. Llevo vivo dieciocho años, y de ellos, quince he estado estudiando cosas que no me importan y que ya no recuerdo. ¿Para qué me ha servido? Que baje alguien de los que impone qué debo estudiar y cuándo, y que me explique por qué. No entiendo qué sentido tenía que memorizase el nombre de no sé cuántos reyes de España cuando a día de hoy, apenas tres años después, no recuerdo ninguno. Que alguien me diga para qué he tenido que perder tanto tiempo de mi vida asistiendo a asignaturas que para nada tenían que ver con mis intereses, o que simplemente eran absurdas. ¿Quién se acuerda de lo que estudió desde los cinco hasta los dieciséis años? ¿De qué me sirvió, aparte de para tener buena nota y no me castigasen, repetir en un papel como si fuese un loro todo lo que había leído el fin de semana anterior?

Ya me respondo yo: Para nada. Perdí el tiempo y renuncié a situaciones maravillosas que me podrían haber hecho sentir vivo para estudiar. Yo quiero aprender, no memorizar. Quiero que me enseñen, no me digan qué tengo que aprenderme y qué no. Quiero vivir, y en la vida de nada te sirve un subrayador porque no puedes señalar qué es importante de las personas que conoces y qué no. No puedes elegir remarcar cosas que te gustan o te interesan de tu día a día e ignorar el resto, porque al final eso que ignoras es lo que más te perjudica. Que alguien me explique por qué tengo que perder el tiempo estudiando cuando las cosas más importantes en la vida no se pueden aprender de memoria.

Pero bueno, a quién le importa lo que yo opine. La chica acaba de levantarse e irse, como si se hubiese marchado al ver que ya no hablaba de ella. Empecé describiéndola y mira cómo he acabado. Pero, ¿Sabéis qué he pensado mientras se iba? Que sus rasgos son lo único que valdría la pena aprenderse de memoria.

Por suerte, he cogido apuntes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario