“Imagino que engordaste para que el alma te entrase.”
-Alejandro Sanz
Mi padre y yo. Ni idea de cuando, pero ayer no fue. |
Sin embargo, también hay otras más pensadas y meditadas. Tomar un camino equivocado en ellas podría tirar por la borda nuestras aspiraciones, nuestro futuro o incluso lo que somos. Qué carrera estudiarás, qué persona escogerás como pareja para compartir el resto de tu vida o dónde vas a vivir. El error no se descubre nada más elegir, pero cuando se trata de una equivocación, nuestra existencia puede quedar arruinada.
Dirás: “Vale, muy bien. Todo esto ya lo sabía, ¿y a qué viene que me cuentes esto?” Pues mira, resulta que este texto va sobre esas decisiones que uno no toma y que resultan ser mucho más decisivas que aquellas que están en nuestra mano. Son esas que, por nacer, ya vienen predispuestas, tales como el lugar de nacimiento, el nombre que te ponen tus progenitores o tus progenitores mismos. No todos los seres humanos tenemos las mismas oportunidades, eso está claro, pero el hecho que diferencia quien las tiene y quien no es, en gran medida, cómo vivieron nuestros padres antes de concebirnos. Y a éstos, los suyos.
En definitiva, hoy estoy aquí para darle las gracias a mi padre. No es la primera vez que se las doy, ni será la última, pero creo que ya va siendo hora de hacerlo en público. Los que conocéis a mi padre, Antonio, sabéis cómo es. Hablando en plata, el puto amo. Él me ha apoyado siempre, en absolutamente todo lo que me he propuesto. Se ha dedicado en cuerpo y alma a mí durante casi la mitad de su vida: Siempre ha sido el primero en leer lo que escribía, en aguantarme cuando me ponía pesado porque la historia de un libro que acababa de leer me había emocionado, en echarme las mejores fotos, en jugar conmigo al tenis en la playa aunque su rodilla no se lo aconsejase, en ayudarme a cumplir mis sueños –como fue publicar un libro –, en ir corriendo hacia donde yo estuviese pasando un apuro para sacarme de él, en premiarme cuando he triunfado y en enseñarme el camino correcto cuando me he equivocado, en cantarme cuando me tenía en sus brazos siendo un bebé y en hacerse el sordo cuando yo he desafinado cantando a pleno pulmón en el coche, en venir conmigo al fin del mundo con tal de que yo disfrute de un concierto, en interesarse cómo habían sido los goles que había marcado en el recreo del colegio, en grabarme en las audiciones de piano y, sobretodo, en decirme que había tocado de maravilla cuando en realidad no había sido capaz de hacer sonar dos notas seguidas.
En definitiva, él ha sido la persona que ha hecho posible que hoy esté aquí yo, Alejandro, escribiéndoos esto. No escribo esto para que él lo sepa, que ya lo sabe, sino para darle en este blog el reconocimiento que se merece que, como las mejores cosas, llega tarde. Y también para alegrarle su cincuenta cumpleaños.
Para terminar, también quería agradeceros a todos los que, cada vez que lo veis a mi lado, decís que soy igual que él. De verdad, no existe un piropo mejor en el mundo.
Te quiero, papá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario