martes, 11 de junio de 2013

Discurso para un maestro: Salvador Garrido Melgar

A continuación os reproduzco el discurso que leí en la misa que se hizo en recuerdo al que fuese mi profesor Salvador Garrido Melgar, y que murió hace unos meses a causa de un cáncer. Hoy lo he encontrado entre unos correos perdidos, y creo que deberíais echarle un vistazo:

Buenas tardes. La mayoría de vosotros no me conoceréis o no os acordaréis de mi. Soy Alejandro Berraquero y fui alumno de Salvador durante dos años. Sé que es una cantidad de tiempo insignificante en comparación con quién ha vivido toda su vida con él, pero a mí esos dos años me marcaron. Me hizo ser la persona que soy ahora, y sin él no podría llegar a haber escrito estas palabras.
Podría decir muchas cosas, demasiadas. Podría decir que ha sido y será el mejor profesor que he tenido nunca, que con su sencillez alegraba todas mis mañanas, que convirtió una clase de veintipocos locos en una familia.


Podría decir que aún sonrío cuando recuerdo cómo ponía la fecha en la pizarra, con el sol, las nubes o las gotas de lluvia, y con la temperatura, que veía cada mañana al salir de su casa en un termómetro que tenía en el patio, o en cómo nos contaba historias con moralejas tan distintas como la no violencia o la generosidad.
Podría decir que él me enseñó a amar la poesía, a disfrutar con un buen verso. A ser un gran actor principiante, a tocar la flauta dulce... A sumar, a restar, a multiplicar, a escribir, a soñar... O incluso que el Atlántico no es lo suficientemente grande como para separar a dos clases que quieren conocerse.
Podría decir que de él aprendí que nunca es lo suficientemente tarde para ser feliz, y que la madurez y el aburrimiento no son cosas de la edad. Que siempre puedo conseguir lo que me proponga y que nunca se es lo suficientemente mayor para hacerse viejo.
También podría decir que echo de menos oír esa guitarra que se llevaba a clase. Una guitarra que nunca volverá a sonar en sus manos.
Pero no voy a decir nada de eso porque no quiero ponerme emotivo. Sólo voy a contaros una anécdota, creo que el momento vivido a su lado que mejor recuerdo.
Fue hace 6 años, a final de curso. Mis padres habían decidido trasladarme de colegio, y el daño colateral inevitable era la separación de mis compañeros y de Salvador.
Un día de estos de Junio en los que ya se empieza a notar el calor, el me condujo a uno de esos bancos que había en el porche de nuestro antiguo colegio, y lejos de oídos indiscretos, me dijo que por muy lejos que me fuera, y aunque él ya no fuese mi profesor nunca más, nunca me olvidaría, y que le tendría ahí para lo que necesitara.
Obviamente yo tenía nueve años, y apenas terminar esa conversación volví a jugar al patio, feliz, sin preocupaciones.
Yo soy asquerosamente joven, y no creía en la muerte hasta que hace un mes se fue una de las mejores personas que he conocido y seguramente conoceré nunca.
Salvador, me prometiste que no me olvidarías, y yo hoy te hago la misma promesa.
Gracias por todo, hasta siempre.
Jerez de la Frontera, a 16 de Marzo de 2013, Alejandro Berraquero

1 comentario:

  1. Creo que las personas que para nosotros fueron especiales no se mueren. Siguen viviendo en una parte de nuestra memoria o nuestro corazón.
    Hay personas que pueden regalarnos sentimientos tan bonitos que duran toda una vida, por ejemplo tu profesor.
    Hermoso texto

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